Más allá, más allá
Cuando era pequeña, mientras las demás niñas jugaban, yo me detenía absorta ante el milagro de una puesta de sol. Todo lo inmediato desaparecía y me sentía más allá del espacio y del tiempo, mi "yo" se diluía ante aquel ocaso que me engolosinaba con la promesa de tierras desconocidas, que me invitaba a viajar no sólo geográficamente sino a través de la Historia y del Mito. Porque más allá estaban aquellas civilizaciones, aquellos "horizontes" que ya había descubierto en mis libros: Mesopotamia, con sus reyes barbados y sus palacios azules adornados con leones; Egipto, con sus pirámides recortadas delante del sol, donde Ra viajaba con su barca solar recorriendo el día y la noche. Más allá, más allá yo sentía relumbrar las piedras del Partenón y los dioses manipulaban batallas entre griegos y troyanos. Todo era posible más allá de ese horizonte, podía entender por qué los griegos ubicaban en Occidente, donde se ponía el sol las Co